Sólo conoce la soledad en forma de silencio, aunque no concibe el silencio como soledad alguna.
El cuerpo, tal vez, se habitúa mas fácilmente a la soledad de las personas que a la soledad de los sonidos. Es por eso que siempre hay un disco a mano para ser escuchado sin compañía posible.
Sabe algo de las letras con las que se forman las palabras, conoce un manojo de palabras y hasta, de vez en cuando, las utiliza en el momento adecuado. También sabe que el lenguaje de las palabras no es el mejor posible.
Con tres frases es capaz de armar un poema, y esto no supone una virtud, mas bien todo lo contrario.
Pero la fórmula es sencilla, efectista y por ende tentadora, tres frases que se van repitiendo como un mantra, de forma entrelazada, con alguna deformidad como variante, para, al final, volver a ser enunciadas, tal como al principio y cerrar así el juego poético volviendo a un sitio seguro, donde el riesgo es altamente minimizado.
Ésto a menudo lo convierte en predecible, sin embargo, la predecibilidad es una buena aliada de la comprensión. Es más fácil entender a alguien si ya se sabe que va a decir. Buen refugio para los idiotas.
El miedo a ser incomprendido siempre es mas grande al miedo de ser uno mismo.
Entre otras cosas, en algún tiempo me preguntaré que hacía un domingo por la noche escribiendo estas palabras, mientras pensaba en la luna, me replanteaba el verdadero sentido del amor, escuchando un disco que siempre tengo a mano para ciertos momentos de soledad.
Todas esas respuestas están dentro de mí. Lo difícil es querer encontrarlas.